martes, 3 de abril de 2007

Jasper Johns, Petróleo y Walt Disney

por Luillo
En la primera mitad de los años ochenta, cuando Walt Disney Productions pasaba su peor momento como empresa con fines de lucro, el magnate petrolero de Houston, Syd Bass, uno de los hombres más poderosos en el consejo de accionistas de la propietaria del ratón amanerado, dio el espaldarazo a Michael Eisner para que sustituyera al gris y mediocre Roy Disney (sobrino del Walt fundador) al frente de la organización. No hace falta comentar los resultados abrumadores que Eisner entregó durante su gestión como C.E.O. (manda-más, pues), cargo que alcanzó luego de haber sido gerente de producción en Paramount Pictures y hacer de Saturday Night Fever un éxito en taquilla. De origen judío, Eisner fue quien posicionó a la empresa entre las grandes de Hollywood, sitio que nunca alcanzó su fundador en vida, con un dato aún más irónico, pues Mr. Walt era un antisemita en toda la extensión de la palabra. La anécdota, que es eso y no más, se refiere a la visita que el entonces joven ejecutivo realizó a las las lujosísimas oficinas en Houston de Syd Bass, para entrevistarse con él. Luego de haber observado el lugar, Eisner aduló al viejo petrolero texano por su buen gusto en cuanto al arte, haciendo hincapié en las obras de Jasper Johns (Augusta, Georgia, 1930), el artista plástico estadounidense más cotizado del siglo XX. Se dice que ese comentario terminó inclinando la balanza a favor del joven ejecutivo contra su oponente, del cual nunca se ha hablado más, pero se rumora que también llevaba el apellido Disney. Es de todos conocido el resurgimiento que experimentó el conglomerado de entretenimiento y turismo más importante de la orbe durante la segunda mitad de los años 80 y toda la década de los 90. Tal compañía que, casi desde su fundación, se ha caracterizado por la múltiple moral (doble sería insuficiente) podría tener un porcentaje de deuda económica con un artista plástico que más allá de estar perdidamente enamorado del sueño americano, es un crítico agudo de la sociedad en la que vive. Johns presenta en sus obras rasgos de una acidez desquiciante para una época (década de los 50) en la que el sarcasmo descarado no era tan constante como lo es ahora. Su talento, ingenio y férrea personalidad lo llevaron a convertirse en un estandarte de las artes plásticas estadounidenses, al grado de conseguir que sus piezas alcancen precios propios de obras que hicieran en el pasado grandes maestros muertos -acudiendo al lenguaje de la economía de mercado podría asignárseles el apodo de “bien Giffen"(1). Johns es un hombre que, si algún día se lo propusiera, podría llenar bolsitas de poliuretano con materia fecal (el “sic” sólo aplicaría para México) y en poco tiempo lograr que más de un ingenuo lo colocase en la sala de su casa sobre un vistoso pedestal de mármol o madera exótica del Amazonas. Dado el caso, esa misma materia fue la que terminó proyectándose en las pantallas de miles de cines desde que el éxito ¿Quién engañó a Roger Rabbit? abriera las puertas a Eisner para que pudiera ejecutar prácticamente cualquier capricho en la empresa que preside. Si se quisiera saber más al respecto, bastaría leer los artículos que durante los años ochenta publicó en Businessweek su prestigiado columnista Ron Grover(2).
No ha sido fácil conseguir alguna foto de la piezas colgadas en las oficinas de Syd Bass, y dudo mucho que lo sea en el futuro, pero habremos de conformarnos con algo más de Jasper Johns que a continuación se comparte con los lectores.

(1) Bien Giffen: Un tipo de bien que contradice la teoría económica de mercado, pues su demanda aumenta en la medida que el precio es mayor.El caso es constante en algunos bienes de lujo, como ciertos perfumes y licores.

(2)Ron Grover, colaborador de Businessweek, es autor del Libro "The Disney Touch".

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