martes, 3 de abril de 2007

LA BEBA DE BRÚSEL

por © Luis Mario Aguilera S. , México 11 de octubre de 2006
Historia por entregas
1ª Parte
El apetito de la mascota que refugiaba en la tina no tenía llenadera y, en poco tiempo, los hedores por el exceso de pescado habrían alcanzado al rincón más clandestino del nuevo loft, minimalísticamente simétrico, sí, pero con una ventilación casi anulada debido a la exigencia de ese diseño arquitectónico, diantres, tan vanguardista, ni Warhol se lo hubiese imaginado, y menos que un día se iban a construir apartamentos en serie bajo su nunca patentado concepto “bodega de barrio de industrias” acondicionada para uso habitacional.
Por más fuerte que el microcomponente esparciese un lounge asiático recién lanzado desde Tokio para el mercado global, la molestia olfativa se intensificaba, y ni cómo hacer correr el aire a esa hora en que varios automóviles quemaban combustible ante el semáforo cuya prioridad era la otra avenida. Brúsel, sin embargo, se negaba a deshacerse de su nueva amiga, que no era un león marino, sino una foca, de cola a cabeza, con todo el encanto que hace fascinantes a los demás seres de esa especie para los niños cuando asisten a un acuario y les aplauden al verlos dominar balones con la punta de la embigotada nariz. En el momento adecuado se detallará cómo llegó el animal hasta el baño de aquél recinto, así que por ahora centraremos la atención en el instante crucial, pues Brúsel Roo, disyuntivadísimo, de plano giró la rosca del Tanqueray Gin y directo de la botella dio un trago para alivianarse ante el escenario instantáneo que de pronto vislumbraba tres caminos a seguir, como si fuera prueba psicométrica de opción múltiple, caray, hacía cuántos años que contestó una mafufada así, y por salir bien librado en vez de irse de vago un año o más tuvo que entrar a la universidad, chutarse nueve semestres para que su papá siguiera procurándole metálico. Bueno, ya graduado resistió dos sexenios de partirse la cresta, ahora todo un flamante diseñador industrial, con despacho hi-tech en suburbio chiquiti-guau, cocteles desde el miércoles, auto importado, novias, amigas, buena vida, y una foca en la tina. Como ladridos, son como ladridos, le dijo una vecina que se apersonó ante su puerta con la pregunta de qué era ese ruido tan raro, parecía un perro enfermo, pero sonaba muy fuerte. Qué raro, le respondió Brúsel, sin desatorar la cadenita, asomado por entre el marco. Oye, vecino, ¿te gustan los mariscos? No tanto. Es que de tu casa viene el olor a pescado, si quieres te ayudo a cocinar para explicarte cómo evitar que huela. No, gracias, fue un descuido, respondió él. De haber sido guapa ella, la historia habría sufrido un giro; nada de eso. La mañana siguiente, sábado, Brúsel volvió del mercado de La Viga con una cubeta llena de mojarras, meros y guachinangos, pues el arenque, la caballa, la bacaladilla y los calamares resultaban casi tan costosos como el flete de la foca desde San Francisco, California. El interior del auto se impregnó del olor. Ni ganas de un Vuelve-a-la-vida. Brúsel siguió pensando más cosas mientras arrojaba alimento al hocico de su acompañante, había que bautizarla, en eso centraba la calibración de sus ideas, le urgía escoger un nombre adecuado. Si había sido rescatada meses antes en el pasto del parque público de Baker Beach la tarde que el grupo de budistas sanga “Living Compassion” estaban reunidos en el evento anual para su caminata sobre el Golden Gate con la que buscaban juntar fondos para el proyecto de Niños Africanos Vulnerables (AVCP), no iba a ser prudente ponerle un apelativo que pareciera mascota ordinaria. Fue uno de los monjes quien vio a la foca, pero una ambientalista radical que comulga con ese grupo religioso tomó la responsabilidad del animal y, meses después, cuando en un aeropuerto conoció a Brúsel, consideró a través de vibras, chakras, energía pues, que él sería la persona indicada para cuidar del animal.
Betún, mñmñmh, poco original, algo que fuese más acertado, claro, claro, en la prepa Genoveva Quintana, la morena bigotona, caderonamente guanga, la Veva, no, la Beba, así, para no ofender, pero si Andrea venía a verlo iba a darse cuenta en Fa por qué le había puesto ese nombre al animal, ellas seguían viéndose, y la gorda ahora estaba a cargo de una dirección de finanzas en Procter o Alestra o Nestlé o Bimbo, o Unilever yo no sé, ya ves, las empresas se piratean ejecutivos, la gordis es buenaza, y eso que tiene una imagen horrible, no se ha arreglado los dientes, y su ropa, ay Brúsel, te juro que se viste medio feito, pero dime, ¿por qué huele a fish tu casa? No sé, Ágata, así huele aquí. La mujer dejó hundir su humanidad en el puffy-sofá, se cruzó de piernas y le dijo: pues múdate, o reclámale al que te vendió el depa, huele horroroso; ¿me dejas pasar al baño? … ¡güey, no mames, tienes una foca en la tina!; está súper chido. Cálmate, Ágata, le respondió nuestro héroe, al tiempo que le hacía llegar un chocolate sugar free a su invitada, mismo que ella guardó en su bolso. Ya sé, querías hacerle como en California, le dijo su amiga, pero Brúsel prefirió no responder. Tras llenar un jaibol con vodka la mujer caminó con el trago por el pasillo de piso laminado, hasta la recámara principal. Pretendía tumbarse sobre la cama, pero hubo algo que no le gustó. Óyeme, cabrón, estos aretes son de Andrea, yo se los regalé el día de su cumple, qué hacen en tu buró.
No tiene caso precisar sobre la discusión, sería bizarro. Como se quedó solo, estuvo mirando a la Beba, con trip-hop de fondo Rome wasn’t built in a day, de repente al ritmo de esa música aventaba un pescadito a la Beba, y la otra, hábil, se lo engullía. Los aletazos sobre la superficie del agua eran esporádicos, lo salpicaban; Brúsel lo sentía gracioso, hasta que una gotita fue a pararle en su ojo izquierdo. Se le irritó. ¿Doctor? Tan pronto colgó, sin cerrar la puerta del baño, la farmacia lo hizo su cliente. Deme unas gotas que no tengan cortisona, por favor. Regresó y la foca ya estaba sobre el tapete persa de la sala.


(continuará)

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se tarde en seguir su historia. Va bien

Un saludo de Bruno.