martes, 5 de junio de 2007

LA FOCA DE BRÚSEL (2a parte)

Historia por entregas 2ª Parte (si desea ver la parte 1ª, haga click en la sección del mes de abril )

La mirada, gesto insolente, el pobre animal ni modo de que se avergonzara por empapar el souvenir aquel, cargado durante todo un viaje a través del medio oriente, la humedad se resuelve, no la pestilencia, pensaba Brúsel al revisar la alacena sin que apareciese el aerosol aroma frescalavanda que Ágata le sugirió comprar una vez que fue con él al súper y encontró en el botadero de remates un ci-dí de Iron Maiden. La muy culera lo compró a precio de risa para luego decir a nuestro héroe, mira Brúsel, mira, este güey se llama casi igual que tú, Bruce Dickinson, mira, en serio, bueno, este yo lo pago, pero también lleva el aerosol, nunca sabes si haga falta, ya ves que luego se quedan cerradas las ventanas y era cierto, pues el apartamento a veces olía como si se hubiese quedado a dormir un ejército centroamericano en campaña anti-guerrillas. Claro que Brúsel recordaba esa tarde, pues luego de salir del supermercado discutió con Ágata acerca de por qué ella insistía en decirle Bruce si su nombre no era ese. Entre tanto, la foca volvió a dar un aletazo en la alfombra, pero esa vez su amo sí se tapó los ojos con toda oportunidad, aunque el ardor de la fastidiosa cortisona ya comenzaba a hacer estragos en los lagrimales, y como sólo fue un poco de polvo lo que se levantó tras la expresión que la mascota procuró ejecutar como para que Brúsel recordase que debía alimentarla, hecho que no se verificó de inmediato. La neta es que a su amo ya le había dado hueva la música del momento, y como que el lounge se estaba popularizando a pasos agigantados, al grado de que el tipo del puesto de jugos que todas las mañanas le hacía su preparado de nopal para prevenir la diabetes le comentó un día que podía conseguir discos de la Putumayo, del Budah Bar y del Kandy, entonces el pobre Brúsel más que tomarlo como un cumplido sintió pisoteado su orgullo, su autoestima, cómo era posible que un pelafustán tan, pero tan tan horroroso le pudiese hablar de música que él consideraba nada más y nada menos que exclusiva para él y sus iguales, o sea, puro mamila pretencioso que ya se sentía dueño del mundo por ganar unos cuantos pesos haciéndose el interesante, y, claro, llevando un life-style a la usanza de, mhhh, es bueno preguntarse a qué clase o especie pertenecería Brúsel desde ahora, o desde antes, pues nunca se lo había preguntado y como el cronista que se está encargando de redactar los pormenores de estos breves pasajes no tiene acceso a la conciencia del diseñador industrial amigo de Ágata, sólo puede inferir cosas, o limitarse a señalar cuál fue el desplante de Brúsel cuando se asomó por la ventana para ver al cuate del puesto de jugos empujar el ruidoso carrito anaranjado con ruedas de balero y luego fijar la vista en el porta-ci-dis, casi como niño que ve al vecinito gordo y poco apto para el futbol portar el mismo modelo de zapatos tenis que escogió en el centro comercial por que eran los más caros. Un suspiro, luego dos, otro aletazo de la foca, y por fin Brúsel se dirigió a paso lento hasta la repisa. Claro que sí, pero por supuesto que Yes, sí, en efecto el Classic Yes, de 1981, remasterizado a principios del milenio y con bonus tracks, qué mejor que el rock progresivo para esos momentos tan desagradables, quizás mientras Ágata se metía solita al bar de Horacio y esperaba a que algún caballero pelo-en-pecho le invitase un trago, y él, como idiota en la sala de su loft quesque minimalista pensando en cómo diablos escoger un nombre adecuado para su nueva foca. La foto del Golden Gate en blanco y negro era bastante ochentera, totalmente fuera de órbita temporal, pero ni modo de quitarla, se la había regalado su papá el día que se graduó y además, gracias a esos días en San Francisco, en vez de seguirse hasta Ketchikan y perderse como Reynaldo entre los pescadores de cangrejo de Alaska, realizó todo trámite necesario para volver a casa con la documentación necesaria y así esperar el embarque en el que llegaría su foca. Beba, sí, el ruido interior en los conductos encefálicos aumentaba de volumen, no, en realidad el volumen que aumentaba era el del disco de Yes, yours is no disgrace, bueno bueno, mejor que las bocinas escupieran la voz de Jon Anderson y no la de Bruce Dickinson, que, para el caso era lo mismo, como Steve Howe, el guitarrista de YES que se llamaba igual que un pithcer al cual los Dodgers de Los Ángeles dieron de baja de las Ligas mayores por su adicción a la cocaína pocos años después de que Fernando “El Toro” Valenzuela llevase el orgullo mexicano a límites apenas vistos en California por Pedro Armendáriz (papá) cuando el cine nacional, puta madre, de cuantas burradas se acordaba Brúsel nada más por abrir la cajita de un ci-di y luego escuchar unas rolas que en la secundaria sí lo sorprendían y ahora nada más colaboraban para quitarle el mal humor. ¿Qué voy a hacer contigo?, preguntó a la foca. Por vez primera el animal inclinó la cabeza, casi como un perrito faldero que simula entender a su anciana ama. Obvio, Brúsel también suavizó el semblante, la sonrisa idiota era igualita a la del día que vió a su vecina tres años mayor que él salir en minifalda de cuadritos tipo escocés, y unas alpargatas (de moda por aquellos años) color durazno. Claro que no estaba enamorado de su mascota, pero el gesto le salió igual de ridículo. Beba, cada vez más fuerte. Ese era un nombre que le convencía. A fin de cuentas Ágata igual y ya estaba pirujeando, así se ponía cada vez que se enojaba con alguno de sus galanes, y ya, en vez de amanecer solita al menos un cabrón le diría algo en la mañana, al menos “¿tú quién eres?”, pero eso era mejor que despertar con los timbrazos de un despertador. Era un buen momento para investigar un poco más acerca de las focas. (continuará)

5 comentarios:

JORDO dijo...

muy bueno tu blog,,,saludos desde Madrid

Anónimo dijo...

debería apenarte escribir semejante maldad, una pobre foca en una tina, seguro tu serías capaz de hacerlo...esa historia debe parar. Lola.

Luillo dijo...

Mi querida Lola, ante todo, es ficción, y, por otro lado, la foca tendrá un final decoroso, muy alejado de lo que sucede cada año en la costa este de Canadá, por ejemplo. Te recomiendo que sigas las próximas entregas, y agradezco tus comentarios. Luillo.

Anónimo dijo...

Por culpa de una fanática persona el escritor de este espacio ya tuvo que adelantar acerca del futuro de la foca. Me parece inverosímil que alguien pueda creer que un texto como este fomente la crueldad contra los animales.
Ahora que ya se supo parte del desenlace de la historia ¡insistamos! la libertad de expresión no debe sucumbir a esos embates que solo merman la producción cultural.
Felicidades por su texto Sr. Luillo y le aseguro que tiene a sus atentos lectores a la espectativa de su siguiente -tercera- entrega.

elojoylanavaja dijo...

No Luiggio, por favor saca a esa foca de ahí, tanta maldad en un texto! Me va a dar el tramafat, me muero... Como dijo el Delfín hastaelfin: ¡No puede ser, Dios mine, nooooo! Te advierto que organizaré una cruzada en contra de los escritores terroristas, sí, ¡escuchaste bien! ¿Cómo se le ocurre al Navokov una novela con una "Lolita" cachonda que atenta contra la conciencia de un hombre bueno? ¡Cómo es posible que Flaubert haya concebido una obra acerca de una mujer infiel! ¡Acabemos con los griegos pervertidos! Kafka debería de ser exhumado y quemado en troncos verdes por maltratar a una cucharacha sin importar que el insecto haya sido bautizado y se llame Gregorio! Muerte a Baudelaire (otra vez, sí, ¡¡¡no importaaaaa!!!) que invoca al demonio en sus flores malditas. Hagamos una pira con los tomos de Melville y salvemos a Moby Dick de los arpones de esos viejos lobos del mar!!!!....
Por favor, estoy atormentado por tanta maldad, reunámonos a quemar las páginas de ¡toda la literatura, pues! Bueno, pero mientras prendemos el carbón, comales y anafres, sigue con la historia Luiggio, que está rete buena!